Historia

Mutriku, que cuenta en la actualidad con unos 5329 habitantes, es uno de los municipios más antiguos de Guipúzcoa.

Las primeras evidencias de ocupación humana de la actual Mutriku se encuentran en las cuevas de Jentiletxeta II, Langatxo e Iruroin, y datan del paleolítico, con una antigüedad aproximada de unos 11.000 años. Esta ocupación tuvo continuidad en el periodo mesolítico y en la edad de Bronce. Datadas en este último periodo se encuentran ya los primeros restos propios de la cultura romana que sin duda llegaron a la zona a través del comercio.

En cuanto al periodo romano propiamente dicho, los historiadores apuntan a que en el barrio de Astigarrabia se pudo encontrar el “Tritium Tuboricum” descrito por el geógrafo Pomponio Mela en su “Corografía”. Hay quien considera que el origen del nombre Mutriku proviene precisamente de la palabra Toboricum.

Astigarrabia se encuentra a 6 km del centro actual del municipio. Allí se encuentra la iglesia de San Andrés que ya aparece mencionada en un documento fechado en el año 1080, siendo una de las iglesias más antiguas de Guipúzcoa.

Pero a pesar de su larga historia como núcleo habitado, se tiende a fechar la fundación oficial de Mutriku en 1209, año en el rey Alfonso VIII de Castilla otorgó a este núcleo costero, al igual que a otros municipios de la costa vasca, la llamada “Carta Puebla”. A partir de este reconocimiento comenzó la construcción de la muralla de la villa, cuyos vestigios son aun visibles. No obstante la zona amurallada fue más bien pequeña debido a la complicada orografía de la zona. En el s. XVIII comenzó la ampliación extramuros del municipio, con la construcción de nuevos edificios y plazas. En este proceso la muralla fue despareciendo pero sigue siendo un municipio con un legado histórico muy importante.

La orografía también marcaría la cartografía del casco medieval de Mutriku, que se caracterizó por la construcción de edificios relativamente altos. Como norma general estos edificios se construían en madera, salvo los pertenecientes a la clase alta del municipio, que se construirían, por lo general, en piedra. Algunos de esos edificios señoriales han llegado hasta nuestros días, sobreviviendo además a varios incendios de gran envergadura que arrasaron el pueblo.